MESST / FUNDADOR
M.ENRIQUETA RODRÍGUEZ NORIEGA FUNDADORA DE LAS MISIONERAS EUCARÍSTICAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y MISIONERAS AUXILIARES HIJAS DE LA SOLEDAD DE MARÍA.
Enriqueta nació en la ciudad de México el 13 de abril de 1906, que ese año era Viernes Santo, fue bautizada en la Capilla de la Catedral el 3 de mayo del mismo año con el nombre de María de la Luz Enriqueta. Ella comentaba más tarde que había nacido bajo el signo de la Cruz. Sus padres fueron Emilio Rodríguez Argüelles y de Dolores Noriega Castro.
Fue la primogénita de 8 hermanos de los cuales tres murieron de pequeños: Iñigo, Luz y Emilio. Como su mamá era muy devota de Nuestra Señora de la Luz, quiso volver a dar ese nombre a la otra hermana. Los otros hermanos fueron: Armando, Vicente, Fernando y Mari Lola.
Durante la infancia de Enriqueta la situación política de México era conflictiva y la familia tiene que huir a Biarritz, Francia durante un tiempo.
Esta estancia en Francia fue de mucha importancia para la vida y misión de la pequeña Enriqueta, de sólo 7 años, pues le proporcionó un panorama universal y alimentó su anhelo misionero.
En 1917 regresaron a México y el 12 de diciembre de ese año hace su Primera Comunión.
En febrero de 1918 los negocios de su papá llevaron a la familia a vivir en Puebla, ahí continuó su instrucción, primero en el colegio Ursulino pues la superiora era francesa, ahí duró un año, sufrió mucho pues no entendía el español. Posteriormente ingresó en el colegio de las religiosas Teresianas.
El espíritu de Santa Teresa marcó su formación, asimismo, una de las maestras, la M. Teresa Delgado la ayudó mucho en los años que allí estuvo, la guió a descubrir su vocación a la vida religiosa. En sus escritos dice que fue para ella «una segunda Madre»”.
En 1925, Enriqueta tendría 19 o 20 años cuando habló con sus padres sobre sus deseos de consagrarse a Dios y entrar con las Madres Reparadoras. La situación del país era crítica, pues empezaba la persecución religiosa, razón por las que tuvieron que huir de Puebla dichas religiosas.
Por el año de 1926, la persecución religiosa fue más y más abierta y se formaron las Vanguardias católicas y la Liga nacional de Defensa de la Iglesia, en la que participaron su madre y ella. Su madre era jefe de extensión. En su casa se guardaba la propaganda. Las Vanguardias de damas católicas celebraban las juntas en el Arzobispado, pero el Señor Arzobispo Pedro Vera y Zuria, que las dirigía, pronto fue exiliado como muchos de los Obispos.
En las reuniones subsiguientes celebradas en casas particulares, el P. José Ignacio Márquez les presentó al P. Miguel Darío Miranda quien las inició en la recién fundada Acción Católica. Las Damas se convirtieron en las socias de la Unión Femenina Católica Mexicana (UFCM) y las Vanguardias en la Juventud Católica Femenina Mexicana (JCFM) a las que inmediatamente se adhirieron su madre y ella.
En sus filas trabajó intensamente y fue la escuela de su formación apostólica y donde se desarrolla su deseo de servir a la Iglesia.
Pronto fue elegida Presidenta de la JCFM y ese cargo le permitió extender su radio de acción y conocer excelentes amigas tan apostólicas como ella, habituarla a trabajar en equipo y establecer relaciones con sacerdotes y obispos que después serán claves en la fundación de la Obra.
En 1930, con el propósito de discernir la voluntad de Dios sobre ella, hizo los Ejercicios Espirituales con el P. Urdanivia, sacerdote jesuita, ahí aclaró que si tenía vocación para la vida religiosa, aunque sin saber dónde. El P. Urdanivia le recomienda que espere, diciéndole que el Señor le tiene reservado algo, y que se dedique en cuerpo y alma a la Juventud Católica Mexicana, ya que eso la formará y preparará para el futuro.
En 1932 conoce al P. Pablo María Guzmán, Misionero del Espíritu Santo, ella se encontraba en búsqueda de su vocación. La dirección espiritual con el P. Pablo dio estabilidad en su vida espiritual, se sentía comprendida en su búsqueda y tenía la certeza de que él podría ayudarle en clarificar su llamado. Le impresionó su sencillez, confianza, naturalidad y franqueza, “poco a poco fui conociendo su espíritu tan hermoso de Misionero del Espíritu Santo. Me encantaba ese espíritu de pureza, de sacrificio, de obediencia, de oración y esa gran caridad que tenía el padre”.
Cuando empezó la dirección espiritual, el P. Pablo no le hablaba de un determinado instituto religioso, le decía algunas cosas veladamente, pero nada claro. “Finalmente en otro retiro que hice de confirmación, pensé y medité en lo hermoso que sería una congregación religiosa especialmente dedicada a pedir por los sacerdotes, a formar miembros de Acción Católica”.
Y es así como Dios va entretejiendo la vida de estas dos personas, uniendo ideales, búsquedas y deseos de la gloria del Padre.