Nuestro fin de glorificar a la Santísima Trinidad implica la misión de ser, buscar y formar adoradores del Padre en espíritu y en verdad; así, participamos en la misión de Cristo y trabajamos por extender el Reino de Dios en este mundo.
Haciendo de la Eucaristía el centro de nuestra vida.
Viviendo en comunidad los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia.
Participando en la misión evangélica de Cristo, trabajando en extender el Reino de Dios entre los hombres y mujeres: siendo, buscando y formando Adoradores del Padre, que sean hijos en el Hijo, hermanos entre sí y que conozcan y vivan su sacerdocio bautismal.
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Llega la hora, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad
Jn 4, 23
Hemos nacido en la Iglesia para corresponder a los deseos de Jesús, que busca adoradores para su Padre, por tanto, bajo la moción del Espíritu Santo, contemplaremos particularmente su figura de ADORADOR DEL PADRE, APASIONADO Y AGRADECIDO, a fin de seguir sus huellas y consagrar nuestra vida a la misión de ser, buscar y formar esos adoradores. Nuestra vocación es trinitaria, con un acento especial a la persona del Padre, e implica una relación especial con cada una de las Divinas Personas.
María Virgen de la Encarnación, es la perfecta adoradora de la Trinidad, tipo de la Iglesia, es el modelo de nuestras relaciones con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y de nuestros hermanos y hermanas.
En la vivencia cotidiana queremos hacer nuestra esta actitud de María, Ella es nuestro modelo en la aceptación amorosa a la Voluntad de Dios, diciendo como ella “HÁGASE” a lo que Dios nos pide.
La Congregación fue ofrecida por nuestro Fundador como hostia de gratitud por la Maternidad Divina de María, y nos esforzamos por hacer realidad esta ofrenda.
Nuestra vocación nos pide transformarnos en Cristo Hijo, Sacerdote y Adorador.
Lo cual nos exige vivir como hijas bajo la mirada del Padre, trabajar para que todos los hombres y mujeres gocen y sean conscientes de ser hijos de Dios y hermanos viviendo en fraternidad.
Seguir a Cristo Sacerdote y Víctima implica para nosotras agradecer el don del sacerdocio, vivir nuestro sacerdocio bautismal y fomentar en nuestras obras apostólicas la gratitud por el sacerdocio y colaborar en construir un ambiente en el que se desarrollen las vocaciones sacerdotales. Y como adoradoras queremos responder al Padre con el amor de Cristo que como Hijo adora y se sacrifica en desagravio por la ingratitud de quienes rechazan a Dios.
Nuestra vocación se realiza plenamente en la identificación con la vida eucarística de Jesús:
1) Viviremos en Jesús Eucaristía.
2) Viviremos de Jesús Eucaristía.
3) Viviremos para Jesús Eucaristía.